No pude resistir, me he dado cuenta que esta ciudad mía pasa bajo la lluvia, ordenándose para las coronas al final del descenso. Llueve desde el lunes, síndrome de que el cielo está de acuerdo conmigo. Rastros del sol alcanzaron a lanzar tres golpes, o veinte caricias, pero fracasó y volvió a su nube.
Llueve aún ahora que el descanzo es semejante al vuelo, que la escritura es semejante a la ventana, que el amor es semejante a la divinidad y que la gracia es semejante al destino.
¡Lluvia, vete pero no me dejes!
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