3/03/2008

Carta al presidente Chavez por William Ospina


Siempre he pensado que, a diferencia de lo que sostiene el gobierno colombiano, lo que hay en Colombia es un conflicto armado que tiene que ser resuelto por la vía de una negociación política.
Siempre he pensado que, sin borrar por ello los numerosos crímenes que han cometido y que siguen cometiendo, los guerrilleros tuvieron en sus primeros tiempos una razón política para su insurgencia.
Siempre he creído que el Estado colombiano se equivocó desde el comienzo en el manejo que le ha dado a ese conflicto.
El propio gobierno actual, por la voz del Presidente de la República, ha admitido que una de las causas de la existencia de las guerrillas fue la irresponsabilidad del Estado, su falta de decisión para garantizar los derechos de la comunidad, la falta de presencia estatal en muchas regiones del país.
Creo que desde hace muchas décadas la exclusión, la falta de oportunidades, un régimen de privilegios para unos sectores y de desprotección para muchos otros, favorecieron el que en Colombia se apelara a la violencia para dirimir los conflictos de todo tipo.
El gobierno actual ha declarado repetidas veces que está haciendo un esfuerzo serio por corregir todo lo que no supieron enfrentar otros gobiernos durante mucho tiempo, y creo que es verdad que hay un esfuerzo de autoridad, de administración, de justicia. Nadie puede hoy desconocer que en Colombia ha disminuido la violencia, el secuestro, las masacres, y que se siente una presencia más decidida de las fuerzas estatales en el territorio.
Sin embargo, estamos lejos de haber accedido a una democracia como la que verdaderamente necesitamos. Todavía en las regiones el sistema electoral es presa de toda suerte de presiones y de violencias, muchos partidarios del gobierno actual han sido también partidarios del paramilitarismo, que produjo en los últimos veinte años en Colombia un verdadero holocausto, y muchos otros son cómplices de vastos e intrincados fenómenos de corrupción.
Creo por ello que no estamos en condiciones de decir que la nuestra sea una democracia ejemplar, y que no hay motivos para criticarla. Es más, el propio Presidente de la República ha negado con su discurso muchas de las cosas que predica en su ideario político, pues ha sido capaz de acusar de guerrilleros y de bandidos a miembros del Congreso elegidos por la voluntad popular, que no hacen otra cosa que cumplir con su derecho de ejercer la oposición, ateniéndose a las normas constitucionales.

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