Bestiario (Bestiario, 1951)
Entre la última cucharada de arroz con leche —poca canela, una lástima— y los besos antes de subir a acostarse, llamó la campanilla en la pieza del teléfono e Isabel se quedó remoloneando hasta que Inés vino de atender y dijo algo al oído de su madre. Se miraron entre ellas y después las dos a Isabel, que pensó en la jaula rota y las cuentas de dividir y un poco en la rabia de misia Lucera por tocarle el timbre a la vuelta de la escuela. No estaba tan inquieta, su madre e Inés miraban como más allá de ellas, casi tomándola como pretexto; pero la miraban. —A mí, créeme que no me gusta que vaya —dijo Inés—. No tanto por el tigre, después de todo cuidan bien ese aspecto. Pero la casa tan triste, y ese chico sólo para jugar con ella... —A mí tampoco me gusta —dijo la madre, e Isabel supo como desde un tobogán que la mandarían a lo de Funes a pasar el verano. Se tiró en la noticia, en la enorme ola verde, lo de Funes, lo de Funes, claro que la mandaban. No les gustaba pero convenía. Bronquios delicados, Mar del Plata carísima, difícil manejarse con una chica consentida, boba, conducta regular con lo buena que es la señorita Tania, sueño inquieto y juguetes por todos lados, preguntas, botones, rodillas sucias. Sintió miedo, delicia, olor de sauces y la u de Funes se le mezclaba con el arroz con leche, tan tarde y a dormir, ya mismo a la cama.
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A veces no es suficiente: léalo completo, saque su librito frecuentado a veces, o ese que compró por que hay que tener a Cortázar en la biblioteca por si vienen amigos y curiosean a ver que está leyendo, léalo sabiendo que se debe leer despacio, a veces exhorte la razón, déjela dormida y que se dedique a sus asuntos, llámela solo para decirle, querida, ¿ves esto que leo, ves que si es posible?, sepa que combate cuando lee, y hay un enemigo que duerme y espera para cuando surjan estos arrebatos, entonces se levanta con su martillo para despertar a soñadores - no sé porque recuerdo a ciertos funcionarios, compadre sé que también los ve - y golpea. Entonces encienda el espíritu mire directamente a los ojos al gigante, diga con fuerza, así sea solo en su mente, largo! te conjuro! esta es mi espada (si sabe la canción de la vida profunda verá que es como una oración) y siga gritándole a la espada del gigante mientras desaparece derrotado. Lea, de vez en cuando en hojas palpables, en letras que se borran por la falta de costumbre, abrir y entrar en una hoja para desaparecer por exceso de magia, sepa que lo que lee es directamente una obra que otro hombre dedicó horas con religiosidad, que despertaba pensando en esa línea que usted puede malgastar por afán, que ese Niño de dos metros y medio no hacía más que imaginarlo a usted en esa cita maravillosa, en esa comprobación de que no existe el tiempo en lo fantástico y que lo fantástico no es irreal. Crea, tenga fe, que esos mundos no son solo para distraerse y pasar un buen rato, por eso la televisión no es el remplazo de la lectura, y la escritura si usted es de los que juega en los dos bandos, no es sino el resultado de una cotidiana ceremonia con lo primero.
Discúlpeme señor lector que me haya extendido en algo que pudo haberse resulto con un: continúe la lectura si le interesa: http://www.literatura.us/cortazar/bestiario.html, sin embargo, dueño de mi tiempo y si ha llegado hasta acá cómplice del suyo, prefiero tentarlo... ahora sí, un abrazo y adiós.

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